jueves, 16 de junio de 2011

hechizo.

Le dijo la Luna al Sol tras un eclipse de ésta:

- "Como se nota el miedo que le tienes a la soledad, que ni esconderme detrás de la Tierra me dejas..."

A lo que el Sol respondió:

- "Yo no le temo a la soledad, simplemente me gusta verte sin nada de oscuridad, para eso te alumbro todos los días, incluso a tu cara oculta la ilumino en las noches más oscuras y más bonita te veo cuando estás llena.

Creo que eres tu la que de verdad le tiene miedo a la soledad, ya que cuando de verdad eres tú es en tu apogeo y no en tu perigeo en el que compartes tus secretos, con cualquiera que se atreva simplemente a mirar al cielo. Y esa es tu maldición, que a esos cualquieras que te ven desde la tierra, siempre les muestras el mismo lado helado por el frío de tus noches. Pero soy el único que conoce la sonrisa de tu otra cara y por eso sé que viviremos siempre en esferas separadas, sólo comprendidos por tristes eclipses que nos apagan mientras dibujamos la historia de esta eterna elipse... Así, siempre que estés creciente, podrás acunar mis sueños y cuando estés menguante, podrás alimentarte con ellos”.

martes, 25 de enero de 2011

hoguera.

Hacía poco había leido, pero no recordaba exactamente donde, que "las emociones nos ayudan a rellenar lo que nuestro pensamiento no puede anticipar"...
Cuando leyó esto por primera vez apenas le dió importancia, le pareció una frase más, una anécdota que si algún día se acordaba de ella en el momento oportuno, podría contarsela a alguien como simple dato de interés. Pero parece ser que esas palabras a su mente sí que le llamaron la atención y las retuvo el resto del día de forma que parecían el estribillo de una mala canción que no eres capaz de quitarte de la cabeza. Así que llego la hora de irse a la cama y allí las tenía, esperandole bajo el calor del edredón al lado de la almohada, esa consecución de letras que se habían transformado en su cabeza en pensamientos...
Sólamente tenía una cosa en mente: él sabía que con los años se había vuelto frío, que su calor interno poco a poco lo había apagado la lluvia que encima suya había caído tras tantos vicios consentidos, después de tantas esquinas sinsentido y sobre todo porque sus huesos hacia tiempo que no se calentaban con el fuego de ese tipo de juego...

lunes, 8 de noviembre de 2010

suerte.

...se había despertado en mitad de la noche, sin saber muy bien el porqué, sólo que había tenía un sueño...¿o fue una pesadilla? La verdad que ni se acordaba y eso le molestaba, cosas de los sueños y la poca vida con que se guardan en la memoria.
No pudo volver a pegar ojo, más bien parecía que sus ojos le habían cogido apego al techo, pues no podía hacer otra cosa que mirar hacía arriba desde su cama, con los pies del otro lado y pensando en que era lo que había producido su desvelo y lo había dejado en ese duermevela en el que ni descansas, ni puedes pensar bien (como un barco de vela al que el viento se ha cansado de soplar). Lo único que se le venían a la cabeza eran frases sin sentido, como estás, a las que prefería no ponerles ningún ritmo, pues a esas horas todo es algo arítmico.
Prefería inventarse pésimos juegos de palabras y buscar el doble sentido de algunas palabras...así llego a la graciosa conclusión de que no entendía por qué la gente pagaba por entrar en parques de atracciones, cuando todas las noches en cualquier lugar podía disfrutar de un parque de verdaderas atracciones...
La mente le empezó a traicionar y no entendía que hay gente que prefiere bailar al compás de un par de copas de más, cuando ya no existe eso que llaman culpabilidad.
Ya no sabía que era ni lo que por su cabeza rondaba, ni cuantos extraños objetos le había parecido ver en las sombras del techo. Así que cansado de todo aquel sinsentido decidió poner la música lo suficientemente alta para que no pudiera escuchar sus pensamientos, para que ella dijera lo que a él no le salía (con un poco de suerte encontraría esa consecución de palabras que buscaba y le explicaran en que estado se encontraba) ya que las palabras cantadas, por lo menos, siempre sonarán algo mejor que las que se omiten.
Y así nuestro “protagonista” consiguió encontrar lo que a él le pareció pura claridad, cerca del mar de la tranquilidad, para lo que de este mundo tuvo que despegar, quizás para nunca más regresar…

alterego.

Era una de esas mañanas en las que el aire está tan frío que congela los pulmones nada más entrar en ellos y la neblina de la noche todavía no ha levantado. Lord Henry había salido a pasear como todas las mañanas, pero aquel día decidió que cambiaría su paseo habitual para conocer un poco mejor la ciudad. Anduvo por las aceras de Londres sin ir hacia ningún sitio en concreto, pasando por callejones llenos de soledades que nunca antes había visto.
De esta forma tan casual fue a parar a esa calle, cuando la encontró le pareció que todo tenía un cierto halo de magia y de misterio. La simetría de los árboles y los bancos, la asimetría de los colores, la extraña forma de las baldosas, el encantador silencio que rodeaba a todo el aquel lugar…
No pudo evitarlo y como hechizado se tuvo que sentar, y allí se quedó mientras el Sol iba “subiendo” jugando con las nubes y cambiando las sombras.
Perdió la mañana, pero al volver a su casa sintió que era más feliz que cuando salió por la puerta. En el fondo sabía que había encontrado un refugio para su alma.
A la mañana siguiente volvió a salir con su bastón y su sombrero en busca de su calle, pero por más que anduvo no la encontró. Primero decidió buscarla intentado volver a los mismos sitios que la mañana anterior, pero no funciono, así que pensó que lo que tenía que hacer era perderse en cada cruce para de casualidad encontrarla otra vez.
Así deambuló todas las mañanas en busca de su calle, pero parecía que Londres no estaba dispuesto a enseñársela y la escondía.
Pasó mucho tiempo hasta que volvió a encontrar su calle y como no, de casualidad. Se propuso que esa vez se fijaría en cada detalle del camino de vuelta a casa para no volver a perderla. Desde aquel día pudo señalar con un dedo sobre el mapa en que lugar exacto se encontraba su refugio, al que volvía cada vez que quería algo de paz.
Pero fueron años más tarde, cuando Lord Henry se dio cuenta que no haber encontrado su calle le permitió conocer su ciudad.

domingo, 24 de octubre de 2010

buhos.

Puede que para recordar,
primero tuviera que olvidar...
que un extraño,
nunca será lo mismo que un desconocido,
que sin saberlo ya has vendido tu alma,
y en la oferta incluías tus bragas.

Porque el carmín rojo,
siempre hará los besos de mentira,
y en la mentira sólo se encuentra ira,
que es el color que se nos escapa por los ojos.

Y aun así, nunca entendí la hipocresía de rimar los mismos versos,
para diferentes besos,
quizás nunca me entendí,
quizás nunca te entendí,
quizás no quise que me entendiensen,
quizás no me dí a entender...

Robaré frases de otros que me digan:
que "algún día", es una enfermedad,
que hará que me lleve los sueños a la tumba
y que lo que me queda para iluminar,
es un triste mechero al que le falta la piedra.

Ni siquiera sé si me acordaré al despertar,
la verdad es que dudo si todo fue eso que llaman soñar,
porque tú sola te encargabas de difuminar,
todo lo que mi memoria por ti solía recordar...

Cuatro paredes son fronteras,
que no dan más de si,
y cuando el frío de la noche puede más que tu vergüenza,
nadie sabe más de ti.

Y la Luna puede que sea tu única compañera,
y si es llena,
tus ojos se llenan,
y tu sonrisa se desenfrena,
y lo único que alomejor nos queda,
será el toque de queda,
y el canto de las sirenas,
que en el canto de la memoria se deja.

jueves, 17 de junio de 2010

lluvia.

Ayer fue uno de esos días raros de verano, esos en los que aparece una tormenta encima tuya sin previo aviso justo cuando estabas disfrutando de algunos rayos acariciando tu espalda, de esos días que puedes saborear el olor a tierra mojada desde la seguridad de tu almohada, usando como escenario una ventana y sabiendo que hagas lo que hagas el Sol volerá mañana.

Es en esos momentos en los que siempre me pregunto, mientras miro como la gente corre a resguardarse para no mojarse, porqué todas las personas que han salido de sus casas tienen algo que hacer, un lugar al que ir, una meta a la que llegar, algo que buscar... Algunos usan paragüas para protegerse y poder llegar a su "destino", otros se detienen un rato para más tarde seguir su "camino", pero pocos son los que se paran y gozan verdaderamente el instante, pues salieron a la calle sin ningún proposito, solamente el de perderse un rato por una mistoriosa ciudad llena de secretos que no se ven en los mapas.

Parece que la mayoría de las personas han perdido la capacidad de andar por andar hacia ningún lugar, sin rumbo, sin sentido ni dirección salvo la que dicte tu intuición, dejando que ésta nos guíe y sea izquierda o derecha en el próximo cruce. Dejar todo de lado y llevar la música al lado. Entender que el fin nunca justificará los medios, pues de medios caminos estarás más que servido. Improvisando, sin esperar para seguir jugando. Que a cada paso le venga un pensamiento seguido de un sentimiento...

Pero ya he dicho que estas y otras muchas preguntas me las hago sólo en estos días raros, los demás, dejo que mi cabeza siga a mis pies sabiendo que el Sol me volverá a calentar, sabiendo que los pájaros tarde o temprano volverán a volar, sabiendo que la marea bajará y subirá...

domingo, 11 de abril de 2010

fugaz.

Y a falta de la Luna, me dejé llevar por las estrellas. Puntos, pequeños puntos brillantes.
Estrellas que su unían formando constelaciones, constelaciones que cada una tenía su historia, pero que habían sido testigos de muchas más, tantas, que faltarían puntos en el firmamento para contarlas...quizás fuese más fácil contar todas las estrellas que contar todas las historias.

Pero toda esta belle
za quedaba eclipsada por ellas. Pasaban por delante de todas las demás, de una forma que siempre alegraban a aquellos que tenían la suerte de verlas, pasaban de una forma, que por un momento parecía que era lo único que colgaba del cielo. Tal era su magía, que en ese instante en el que dejaban verse, ninguna otra cosa pasaba por la mente de esos privilegiados. Era tal su fulgor, que a veces parecía que eran el farol que iluminaba la noche y que después de su desfile, todo quedara en penumbras...

Tras ellas siempre dejaban un pequeño rastro, que era imposible de seguir, como ese olor que no hacía falta ver para saber que ella pasó por allí y dejó todo hechizado. Poseían la belleza de lo casual, de lo diferente, líneas en vez de puntos, de aquello que no se espera encontrar pero que sin buscarlo si sabes hacia donde mirar lo tienes. Porque cuando nos advertían de su presencia, siempre preguntamos que por dónde pasó, a sabiendas de que ya es demasiado tarde, a sabiendas de que tus ojos no apuntaban al sitio adecuado, puede que estuviesen distraidos mirando debajo de la falda de Andromeda o al escote de Cassiopea...
Y todo este teatro tenía el escenario perfecto para la función, la noche.

Porque si me pidiesen que eligiese que ser dentro de esta tragicomedia, no lo dudaría, sería una de ellas, sería una persona fugaz.